Alak y la banalidad del mal

Por Miguel Bonasso

Me enteré hoy que el saltimbanqui Julio Alak  -defensor en 2001 de Carlos Menem- se refirió a mí, presentándome en connivencia con “Clarín” y “La Nación” y, a través de estos medios, como presunto negador de los crímenes de la última dictadura. Alak, además, me califica de progre impostado, un insulto gratuito que a esta altura del partido no le voy a permitir a quien fue menemista, duhaldista delasotista y cristinista.


Foto del asado en la ESMA que el militante
Mariano Abrevaya Dios publicó en su blog.
Me cansaré de decirlo: escribí “Recuerdo de la muerte” cuando los fierros de los militares todavía estaban calientes y el señor Alak transitaba los suburbios facistoides de la derecha peronista de la mano de José Carmelo Amerise, el segundo de Herminio Iglesias, el del cajón. Cómplices, como toda la derecha peronista, del ex almirante Emilio Eduardo Massera. A quien el ex jefe político de Alak y actual socio de este gobierno, el no menos aliado del Almirante Cero, Carlos Saúl Menem, indultó junto al también genocida Jorge Rafael Videla. El mismo Menem,  que le entregó a la Rural el predio que ahora expropian el “socialista” Alak y su no menos “socialista” Jefa, la conocida megamillonaria Cristina Fernández de Kirchner. ¿Qué hacían los dos en 1991?


         “Recuerdo de la muerte” sigue narrándole a los jóvenes lo que fue ese centro del horror, que el estilo frívolo del kirchnerismo y el descuido de sus interesados aliados en varios organismos de derechos humanos, pretenden “resignificar” con los choripanes clásicos del pejotismo clientelar. Así como Menem  -el aliado K- pretendía mirar “para adelante” en un intento por consagrar el olvido y perpetuar los infames indultos, a los que no se opuso en su momento el “combativo” Alak. 


No trabajo para Clarín, ni he trabajado nunca, como en cambio sí lo han hecho algunos Neustadt de este neomenemismo kirchneriano.

No estoy en ningún medio. Ni en “La Nación”, ni en “Clarín” ni en “Página 12”, diario con cuya fundación colaboré y en el que actualmente estoy tan censurado como en la “Televisión Pública” que debería llamarse “televisión facciosa” y donde los comisarios políticos de la información cobran más de 30 mil pesos mensuales. 


         Sí me hago responsable de haber escrachado personalmente al Tigre Jorge Eduardo Acosta, en el restaurante “Estilo Criollo” de Pinamar, en diciembre de 1998, cuando Alak era duhaldista y chupamedias de Carlos “Rucucu” Ruckauf. Gracias a ese escrache y a denuncias posteriores con mi firma, el ex jefe de inteligencia de la ESMA se vio obligado a entregarse y sigue preso desde entonces.


         También me hago responsable de haberme jugado la vida como montonero durante diez años y de haber padecido la menor de las penas –que igual es pena-la de la persecución y el exilio, mientras Néstor y Cristina Kirchner acumulaban departamentos gracias a los desahucios judiciales promovidos por la circular 1050 y el joven Alak  hacía sus pininos como periodista en el diario El Día de La Plata, adonde ingresó en el muy significativo año de 1976.


         Igualmente me considero el principal responsable (diría el autor intelectual) de que el torturador Luis Abelardo Patti no jurase como diputado nacional y, en consecuencia, haya podido ser juzgado y condenado como merecía.


         Me hago responsable de verdadero nacionalismo y no nacionalismo de mentiritas, al haber denunciado las actividades criminales de la Barrick Gold en la Cordillera de los Andes; Monsanto en el campo argentino y Chevron en la Patagonia. Engendros de Bush y Rockefeller, que son los verdaderos patrones de este gobierno a cuyos funcionarios, empezando por la Presidenta, he denunciado ante la justicia federal por tráfico de influencias en beneficio de la Barrick Gold.


         Me hago responsable de la ley de bosques que los gobernadores feudales de esta monarquía saudita siguen violando a diario.


         También me hago responsable de la Ley de Glaciares que el Poder Ejecutivo sigue sin aplicar, a pesar de ser tan ley como la de Medios y, encima haber sido reconocida por una acordada de la Suprema Corte. 

          No me van a callar los insultos, ni las amenazas de la patota oficialista. No me intimidaron ni el peronista López Rega ni el oligárquico Videla. Ando por la calle sin custodia, tranquilo, cobrando como único estipendio la jubilación recortada en la que el Estado no me reconoció los años del exilio. 


         Tampoco le voy a permitir a un botarate como Alak, por muy ministro que sea, que pretenda arrancarme una sola de las medallas que me gané peleando y no como burócrata del PJ bonaerense. El de la Maldita Policía del Caso Cabezas. 


La ESMA no le pertenece a nadie. Ni a Alak, ni a la Presidenta ni siquiera a los organismos de derechos humanos: la ESMA le pertenece al conjunto de la sociedad argentina que padeció el terror de la dictadura militar.


Por último, Alak, no hay que ser tan ingenuo y tirarme un centro: eso de que la diputada Donda y yo integramos un cambalache con Clarín, viene muy mal en momentos en que se escucha el Himno a Gioja; la Capitana recibe a la fragata que ya se había resignado a dejar en Ghana; el traidor de Beder Herrera destapa en La Rioja un busto de su antecesor Carlos Saúl Menem y Boudou se sumerge en las aguas del Atlántico para eludir el escándalo Ciccone.


¿Quienes están “en un mismo lodo, todos manoseados”? 

Buenos Aires, 07 de enero de 2013.